Por Cesar Villaroel.
Nos encontrábamos en Juan Fernández, luego de haber buceado en la isla de Santa Clara, cuando un informe radial nos avisó de la presencia de una ballena navegando con una red atrapada en su aleta caudal. Sin pensarlo enfilamos de inmediato a las coordenadas indicadas y en menos de veinte minutos ya estábamos a un costado de lo que sin dudas era una ballena jorobada. Comenzamos inmediatamente a seguirla para determinar su estado. El peso y la tracción contraria ejercida por las boyas, plomos, redes y cordeles no impedían que se sumergiera, sin embargo el peso extra era un impedimento para bucear en busca de alimento. Su navegación era errática complicada, en la superficie, el roce de las redes con las olas transformaba la simple actividad de respirar en una función agotadora, liquidando todas sus oportunidades de sobrevivir.
Linda historia para tomar conciencia
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