viernes, 25 de septiembre de 2020

Reseña Libro: La casa de las bellas durmientes de Yasunari Kawabata

La casa de las bellas durmientes
Yasunari Kawabata
Seix Barral
112 páginas



La casa de las bellas durmientes nos entrega una premisa bastante perturbadora: un hombre de 67 años paga para dormir con jóvenes vírgenes narcotizadas. Para ello, acude a una misteriosa casa regida por una mujer de dudosa integridad. 

Se explora entonces con profusos detalles cada una de las noches en que comparte el sueño con mujeres hermosas. Si bien al principio siente dudas, aquellos cuerpos turgentes se convierten en una adicción. Anhela el frescor, el olor, la piel tersa y bien formada de aquellas niñas que están empezando a vivir. 

Así, se contrapone la voluptuosidad de la juventud frente al deterioro y el cansancio de un hombre que siente que le queda poco para seguir siendo hombre y se realiza un viaje al pasado del protagonista, en una profunda reflexión sobre las relaciones que ha mantenido a lo largo de su vida con las mujeres. 

También medita sobre los motivos que mantienen en pie este oscuro negocio exclusivo para ancianos, ¿Qué los lleva a su edad ansiar ese tipo de compañía? Es el temor a la muerte y la nostalgia por la juventud perdida, pues a pesar de que el letargo de estas mujeres hace imposible cualquier tipo de interacción, su cercanía se convierte en el refugio de hombres seniles que buscan un último hálito de vida en estos encuentros. 

Si bien este tipo de negocios existe en Japón (con mujeres conscientes y tarifas por hora), en la novela el hecho de que las jóvenes permanezcan inertes y no recuerden nada se transforma en el mayor encanto: el hombre es libre de hacer lo que quiera con esos cuerpos desnudos durante varias horas y el factor de que el sexo esté prohibido le otorga un carácter más ritual al asunto. 

Desde nuestra visión occidental, siempre puede resultar un desafío acercarse a la literatura japonesa y las interrogantes que nos plantea. En esta novela se reflexiona sobre las distancias entre la vida y la muerte y es ante todo una exploración sobre el erotismo, la violencia, el morbo, la humanidad o la falta de ella: ¿hasta dónde es capaz de llegar un anciano para sentirse vivo de nuevo? ¿es moralmente incorrecto pagar por dormir junto a alguien? ¿Cuánto estamos dispuestos a hacer por sentirnos cerca de la belleza y la juventud? 



Por Catalina Arancibia Durán para Catalejo Libros @catalejo_libros (instagram)

Exposición: Los Coros Menores de Demian Schopf

Los Coros Menores, es la primera muestra individual de Demian Schopf en la galería González y González, está conformada por una serie de retratos fotográficos de bailarinas y bailarines de algunas fiestas religiosas del norte de Chile, del altiplano boliviano y peruano. Signadas por un peculiar sincretismo entre elementos católicos y aymaras, dichas fiestas están marcadas por la persistencia de elementos religiosos de la etnia “Uro”, cuyas creencias ya habían sido absorbidos por los Aymaras antes de la llegada de los españoles.

Las fotografías impactan por los coloridos y detallados trajes de los bailarines y bailarinas, en contraste con el medio que los rodea, basurales.

Sigue leyendo y ve algunas de las fotografías de la serie, aquí.

Ve la serie completa en la página del artista, aquí.

Elicura Chihuailaf, Premio Nacional de Literatura 2020


Saberes Mayores felicita al poeta Elicura Chihuailaf por el merecido reconocimiento: el Premio Nacional de Literatura 2020.

“No soy yo quien habla únicamente, el autor es apenas el pequeño camino de lo que es la enseñanza, de lo que es la palabra de nuestros antepasados“, respondió el poeta al conocer su designación.


Elicura Chihuailaf Nahuelpán. Comunidad Kechurewe, 1952. Oralitor, poeta, ensayista, narrador. 

“Chihuailaf demuestra en sus textos que la diferencia intercultural puede atenuarse, o hasta en cierto modo diluirse, por medio del lenguaje poético. Nos invita a elevar la mirada, a empaparnos con lo primordial que nos hermana: la lluvia, el aroma fragante del suelo, el amanecer azul de la montaña y la delicadeza de la alfombra que forma la hierba. Sus poemas nos internan en un mundo cotidiano y enigmático.

Versos constantemente masticados y destilados como la hoja de maqui en la garganta, surgidos del diálogo reflexivo con el entorno y que, una y otra vez, nos sitúan al borde de una revelación. ¿Y cuál es dicha epifanía? No otra que el pewütuwün, es decir, el arte poético de entender el significado de los eventos de la naturaleza. Es decir, en un espacio animado y eterno, el hombre puede leer los signos cósmicos haciéndose parte de ellos. Así rompe la distancia entre lo sagrado y lo profano, al decir: “Ebrio de Azul voy/ entre el follaje/ de la taberna sagrada”. Surge de esta forma un misticismo que admite que “el universo es una dualidad”, en la cual “lo positivo no existe sin lo negativo”.

(El Mostrador. Ziley Mora)


- Los invitamos a través de este trabajo audiovisual, a recorrer junto al poeta paisajes y escenarios de su vida, tanto en Chile como en el exterior. A participar de sus múltiples actividades y a escuchar de su propia voz, alguno de sus poemas y pensamientos.

A orillas de un sueño azul, de Scott Graham y Héctor González de Cunco.
Guion: Gabriela Millaray Chihuailaf Quilaqueo
2010.



- Y a profundizar en su literatura y cosmovisión en esta conversación abierta, intima y profunda.

Programa Ojo con el Libro.
Conduce: Pablo Mackenna 
2016.

Un hombre que ha puesto la poesía y la lucha de su pueblo , en el centro del mundo.

Concierto: Las cuatro estaciones de Vivaldi, Alexandra Conunova

Concierto para violín y orquesta "Las cuatro Estaciones".
Antonio VIvaldi.

La destacada violinista Alexandra Conunova (Moldavia, 1988) interpreta esta obra junto a la Orquesta Internacional de Ginebra durante el festival “Piano a Ursanne” en agosto de 2015.

Con esta maravillosa creación, celebremos la llegada de la primavera con los brazos abiertos y el corazón esperanzado.

Premio al poeta Raúl Zurita

 



El poeta, Premio Nacional de Literatura 2000, Raúl Zurita (70), fue reconocido con el XXIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana del año 2020, uno de los galardones más relevantes en términos de la poesía en español y portugués. 

De esa manera, el poeta se transformó en el tercer autor chileno en ser reconocido con este premio, sumándose a la lista liderada por Gonzalo Rojas (1992) y Nicanor Parra (2001). 

Compartimos con ustedes su poema “El desierto” 



El desierto

Abajo las infinitas piedras del desierto, montañas de 

piedras, laderas, infinitas piedras sobre el desierto 

como un mar. Arriba el cielo, el cielo azul que cae. Las 

piedras gritan al estrellarse con el aire, con el cielo que 

cae. 


El desierto grita. Hay un muro de cal con nombres. 

Hay un muro blanco y pequeñas botellas con flores de 

plástico que gritan al doblarse bajo el viento. 


Un poco más lejos hay un barco. Nadie diría que puede 

haber un barco en el medio del desierto. Es un barco 

grande, herrumbroso, recostado encima de las piedras. 

Nadie lo diría, pero está allí. El mismo cielo que cae 

sobre las piedras cae sobre él. Todas las piedras gritan. 


Gritan, el desierto de Chile grita. Nadie diría que esto 

puede ser, pero gritan. 


Hay un barco en medio del desierto. Un barco 

reclinado sobre las piedras del desierto y arriba la losa 

a pique del cielo. El océano invertido del cielo cae 

sobre las piedras y éstas gritan. Nadie, salvo las 

piedras son capaces de gritar así. Mireya se tapa los 

oídos para no oír el chillido del desierto. Chile grita, el 

desierto de Chile grita. Mireya acumula pequeñas 

flores de plástico frente a un barco arrumbado en el 

pedrerío. 


Están las costas, las tercas costas sin mar trepando para 

atrás sobre las olas muertas de los cerros. 


Mireya dice que es la madre de Chile. Que es la madre 

de un barco reclinado en medio del desierto. 


De lejos parece una mancha negra, pero es un barco. 

Debajo las piedras amontonadas contra su casco 

asemejan olas. Pero no son olas, son solo piedras y 

gritan. Las rompientes encaramadas gritan. Está 

también el sol cayendo a pique y flores de plástico 

coloreadas como soles minúsculos. Está el mar del 

desierto, está el mar de piedras del desierto hirviendo 

frente a Chile. 


Están las diminutas flores y las costas gangrenadas del 

mar reseco. 


Mireya les pone nombre a cada una de esas flores. 

Ante el barco parecen minúsculos soles despidiéndolo. 


El desierto grita, el puerto reseco grita, el mar de 

piedras grita azotado por el viento. Mireya le pone 

flores a la tripulación de un barco herrumbroso y 

negro. Cada flor tiene un nombre y se doblan juntas 

como pañuelos despidiéndolo. Mireya dice que es la 

madre de un barco de desaparecidos arrumbado en el 

desierto. Dice que el barco es Chile, que una vez fue un 

barco de vivos, pero que ahora surca el mar de piedras 

con sus hijos muertos. 


Las flores se doblan. Oleadas y oleadas de piedras 

chocan contra los bordes de un casco herrumbroso. 


Hay un puerto reseco y un barco con una tripulación 

de muertos encallado en la mitad del desierto. Mireya 

dice que son sus hijos. El mar de piedras grita. 


Chile encalla y naufraga en el pedrerío reseco de las 

olas. 


En las noches del desierto hay bruma, pero ahora es el 

sol. Las piedras hierven bajo el sol y se clavan contra el 

casco herrumbroso. Inmóvil el barco parece hundirse. 

Nadie diría que un barco puede hundirse en medio del 

desierto, pero se hunde. Vendrá en la noche la bruma, 

pero ahora es el sol. 


Hay una cruz. Hay un barco herrumbroso y negro que 

naufraga sobre las piedras. 


Quién diría de un país con una cruz hundiéndose en el 

desierto. Quién diría de la noche sepultándose en la 

mitad del día. Quién de una tumba clavada en medio 

del día lleno de sol. 


La noche se hunde en medio del día. Mireya dice que 

hay un barco Heno de muertos hundiéndose en el 

desierto. 


Un país de desaparecidos naufraga en el desierto. La 

proa de los paisajes muertos naufraga hundiéndose 

como la noche en las piedras. El sol ilumina abajo una 

mancha negra en el medio del día. En la distancia 

parecería solo una mancha, pero es un barco 

sepultándose a pleno sol con su noche en los 

pedregales del desierto. Si ellos callan las piedras 

hablarán. 


Mireya dice que todos callaron y que por eso gritan las 

piedras del desierto. Que gritan, que las flores son 

también pequeñas piedras gritando cuando se doblan 

frente a un barco de muertos. 


El barco se hunde. Las áridas rompientes se 

amontonan cayendo sobre Chile y chillan, las olas 

chillan, el terroso mar chilla. Mireya le pone flores a la 

tripulación de una patria de muertos encallada en la 

mitad del desierto. Dice que fue el silencio de todos la 

tumba y que por eso las piedras gritan tapiando la 

nave difunta de estos paisajes. 


Un mar de muertos se está hundiendo entre las 

piedras. El sol a pique ilumina una noche que 

desciende en el sepulcro del desierto. Está la mancha 

como una fosa. El barco desciende, los paisajes muertos 

descienden mientras las empedradas olas se cierran 

arriba tapiándolos. Está la noche en medio del día, 

están las piedras que gritan. 


Está la bruma de la noche del desierto hundiéndose en 

pleno día. El barco muerto se hunde bajo la bruma de 

las piedras y éstas chillan. Chile naufraga y el mar 

reseco se cierra cubriéndolo, se cierran las olas de 

piedras y gritan. 


La noche herrumbrosa y negra se hunde gritando en el 

desierto. 


Un barco de desaparecidos se hunde y las rocas 

muertas se cierran encima chillando. Mireya se tapa los 

oídos y pone flores de plástico frente a la fosa de las 

costas muertas, de la noche muerta, de sus hijos 

desaparecidos y muertos en los océanos piedra del 

desierto de Atacama. 


Naufraga, se hunde. El barco herrumbroso se hunde y 

el desierto se cierra sobre él cubriéndolo. Se cierra y 

Chile se hunde, la cornisa muerta del Pacífico se 

hunde, la proa muerta de los paisajes se hunde 

mientras las piedras cayéndoles encima gritan que 

nada está vivo, que ya nada vive, que si uno murió por 

todos es que todos están muertos. 


Los arenales muertos se cierran, la tumba de los 

paisajes muertos se cierra. 


Las resecas olas se cierran. Mireya dice que hay un 

barco en un tierral de muertos. Que está allí, que una 

vez hubo un país, pero que ahora es sólo un barco 

tapiado bajo el mar muerto de sus paisajes. 


Dice que si uno murió por todos todos los mares 

muertos son uno, las costas muertas son una, las 

clamantes piedras son una y que es el silencio la roca 

que tapió el sepulcro de los paisajes. Ella dice que uno 

murió por todos y que por eso hasta las piedras son el 

cuerpo que grita mientras se clavan las llanuras 

muertas sobre Chile. 


Todo ha sido consumado. El casco herrumbroso y 

negro desaparece en el mar de piedras. El cielo cae 

encima de ellas y éstas gritan. Hay un muro blanco 

rayado con nombres y flores de plástico abajo. Hay una 

llanura y las rompientes resecas del cielo que caen 

derrumbándose igual que un tierral de muertos sobre 

el sepulcro de los paisajes. Todo ha sido consumado. 

Mireya dice que todo ya ha sido consumado. 


Las rugosas rompientes caen, el mar difunto cae como 

un montón de tierra. Los paisajes muertos caen como 

mares de tierra. 


Hay un barco de desaparecidos y muertos y encima las 

piedras del desierto. Hay un muro blanco de cal con 

nombres y detrás el océano de tierra cayendo sobre las 

últimas planicies. Mireya dice que ya todo ha sido 

consumado y deja pequeñas flores de plástico sobre la 

planicie del pedregal que expira, ella dice que es el 

último mar y que expira. 


Que son las últimas piedras sobre un barco de muertos 

y que expiran. Que Chile expira. Que solitario es usted 

el último grito que expira bajo el INRI final de los 

paisajes. 


In memoriam 

Hay un barco en el desierto. Quién diría que esto 

puede ser, pero hay un barco herrumbroso y negro 

hundido en el desierto.